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Ser Madre de un Niño Camino a la Adolescencia

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Ser padres es la ocupación más importante que tendremos en la vida, una ocupación para la que no encontraremos ningún manual, no tendremos procesos de inducción ni títulos que nos digan que estamos preparados para afrontarnos a todas las responsabilidades, compromisos y emociones con las que lidiaremos al convertirnos en padres de nuestros hijos.

Si bien es cierto ser padres de niños pequeños es un reto enorme, nos deberían decir que ser padres de un adolescente en proceso es un reto aún mayor, no solamente para los chicos que pasan por esta etapa, sino para nosotros que de alguna manera vemos desvanecer poco a poco nuestros tiernos, amorosos, expresivos y dependientes niñitos para dichosamente verlos convertirse lentamente en los hombre que serán en un futuro.

Sabemos que la adolescencia se trata de grandes cambios físicos, hormonales y emocionales donde ellos van aprendiendo cada vez más sobre su identidad, vemos cambios de humor, inseguridades, vergüenza, problemas para adaptarse a los entornos, y mucho más; la diferencia es que por lo general son situaciones que ahora ellos prefieren resolver en la medida de lo posible sin la asistencia de sus padres.

Es por eso que ahora que mi hijo esta a punto de cumplir los trece años y convertirse oficialmente en adolescente, me he dado cuenta que yo como madre también paso por cambios emocionales enormes; de alguna manera lo puedo comparar hasta con un luto porque a pesar de que me enorgullezco y me hace inmensamente feliz ver a mi hijo crecer, me llena de tristeza al mismo tiempo despedirme del niño que por muchos años buscaba mi mano para sentirse seguro, que con su miradita llena de alegría me despedía y recibía en la puerta del kinder, que no escatimaba en darme los besos y abrazos que le pedía durante todo el día y siempre tenía una respuesta segura para cada te quiero o te amo que le decía, “yo también mami”.

Durante una aventura en la que acompañé a mi hijo, lo vi resolviendo situaciones sin necesitar de mi ayuda, caminando con seguridad en nuevos entornos, integrándose al grupo y pasado por las etapas donde seguramente decía “que pena que me vean que ando con mi mamá”, ja ja. Aquí fue cuando me golpeo la realidad de saber que mi hijo ya no es “mi bebé”.

Lloré, sí, mucho porque extrañaré enormemente esas etapas vividas pero indiscutiblemente me quedaré y atesoraré enormemente cada momento y recuerdo, y definitivamente si es cierto lo que las personas te dicen cuando tenés hijos pequeños “aproveche ahora que están pequeños porque crecen demasiado rápido”.

También sé que ahora necesitará de mí de una manera diferente porque la etapa que esta por vivir no es sencilla y el mundo en que le tocará vivirla no facilitará las cosas, pero estaré atenta, pendiente y dispuesta para tomar su mano cuando lo necesite y lo quiera.

Ya vendrán otras etapas donde seguramente me sentiré igual que hoy, a lo mejor cuando entre a la universidad o salga de intercambio, tenga su primera novia o cuando rompan por primera vez su corazón, no importan lo que sea lo único que puedo decir con toda la certeza del mundo es que yo siempre estaré aquí para él y que aunque los años sigan pasado, seguirá siendo en mi corazón de madre mi bebé.

Un abrazo a todas las madres y padres, confío en que Dios nos guié para ser los padres que necesitan nuestros hijos en el camino de sus vidas.

Hasta la próxima.

 

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