Navidad…, hermosa época; el aire se llena de ilusión y anhelo, los niños hacen su lista de deseos y la mandan al Polo Norte, los grandes disfrutamos viendo con alegría la cara de nuestros hijos que con inocencia creen firmemente en la existencia de Santa.
Bueno, todo esto lo vivía mi hija hasta hace unas semanas, cuando su hermano mayor le dijo la verdad sobre quién traía los regalos; ese día puede ver como su rostro cambió de la ilusión a la desilusión, rogándome que le dijera la verdad sobre Santa.
Opté por contarle, ya que un año atrás mi hijo le preguntó a su papá y él le contestó, “Somos nosotros los que ponemos los regalos debajo del árbol”; lógicamente las reacciones son todas diferentes pero mi hija al escuchar esto no entendía cómo en la noche salimos a cenar a casa de los abuelos y al regresar encontraba sus regalos debajo del árbol. Su cabecita se llenó de interrogantes.
Ese día ella vivió un luto real, me dijo que le hubiera dicho la verdad hasta los 16 años (negación) luego que los padres no debíamos engañar a los hijos así (enojo), que sí podía seguir recibiendo los regalos en navidad aún sabiendo que no existía Santa (negociación), que la navidad había perdido la magia (depresión) y por último, lo bueno es que ya sé la verdad (aceptación).
No cabe duda que sus palabras me hicieron reflexionar; ¿en realidad los padres hacemos lo correcto dejando a nuestros hijos pensar en todas esas ideas alrededor de la navidad, que a pesar de ser hermosas son producto de puro mercadeo?, y que a lo mejor ¿los más ilusionados somos los padres al verlos en la mañana bajar con emoción por los regalos que Santa les trajo?; o será entonces que ¿lo hacemos por nosotros?.
De todo esto que de seguro a muchos adultos les parecerá una tontería, apliqué algo que una vez escuché, nunca debemos menospreciar las emociones de nadie porque nuestros mundos y realidades son diferentes, se construyen y derrumban por diferentes cosas y razones. Aproveché este momento para reforzar el verdadero valor de la navidad según nuestra creencia religiosa (El nacimiento de Jesús) y dar gracias a Dios por todas las bendiciones que hemos recibido a lo largo del año, especialmente el poder compartir en familia lo mucho o poco que tenemos. Ella me decía, “entonces mamá… ¿la magia no existe?”. La verdad es que la magia como la imaginan los niños dentro de un contexto de fantasía no existe, pero sí existen momentos mágicos que Dios nos regala; como un arcoiris, un atardecer de colores, los muchos momentos hermosos que hemos vivido juntos, el poder de un aroma que nos recuerda un instante especial y más, mucho más.
Una de las cosas que le gustó a mi hija fue cuando mi esposo le expuso el lado positivo; ahora podrá hablar directamente con los verdaderos Santas de la Navidad.
Jamás me imaginé que el saber la verdad le rompiera de esa manera el corazón, pero ahora que ya logró comprenderlo, sabe que puede llevar ilusión a los menos afortunados y compartir con ellos el verdadero valor de la navidad. Espero que esta navidad sus corazones se desborden de amor y felicidad y que sus hogares se inunden de bendiciones.
Feliz Navidad a todos y hasta la próxima.